Como educadora canina, entiendo la importancia de la comunicación para conocer la personalidad única de cada individuo, como mi perro Pipo. Saber cómo es realmente me da tranquilidad y me permite adaptar mi forma de actuar para acompañarlo mejor. Gracias a tu comunicación con Pipo, Bea, ahora sé qué necesita y cómo ayudarlo, mientras también reflexiono sobre lo que puedo transformar en mí para lograr una conexión auténtica con él. Mi objetivo no es solo tener un perro educado, sino alcanzar un entendimiento mutuo basado en el respeto, donde no todo sea una imposición, sino un acuerdo. Este trabajo conjunto nos permite complementarnos y caminar en la misma dirección. Mil gracias por mostrarnos este camino, Bea. (Este testimonio no pretende desmerecer el trabajo del educador canino, que considero fundamental. En algunos casos, incluso, recomiendo la colaboración de profesionales para asesorar a quienes lo necesitan.)